La colaboración puede sanar una sociedad fragmentada | Gonzalo Larenas

En un país polarizado perdemos todos. Pero ¿Se trata realmente de posiciones extremas o es reflejo de la pérdida de confianza hacia todas las instituciones que rigen nuestra era?  Porque este no es solo un problema de Chile.

La crisis de desconfianza en las instituciones está modificando las políticas en todo el mundo. Tenemos un paradigma que está en decadencia y otro emergiendo, y cuando esto ocurre, vienen los grandes terremotos en los que las placas se acomodan cuando los paradigmas terminan de identificar a sus estabilizadores y volvamos a reconstruirnos.

Nos encontramos en un momento de vulnerabilidad; de quiebre total; vemos sin sorpresa ejemplos como el de Estados Unidos, donde la gente asegura que confía más en Google (38%) que en su gobierno (7%).

La solución entonces es que distintos sectores, se junten y colaboren para resolver conflictos específicos. Reunir al estado, a las organizaciones de la sociedad civil y a las empresas con un objetivo común, que trace una agenda de colaboración para resolver problemas concretos que ningún sector por separado ha sido ni será capaz de resolver por sí solo, es quizás la mejor receta para volver a encontrarnos.

Pero para generar estos espacios no basta con firmar convenios; necesitamos agendas de trabajo que identifiquen problemas locales específicos y que a través de miradas globales y múltiples vayan tejiendo soluciones.

El reconocimiento será lo primero. Identificar cuáles son los intereses que se cruzan; los lugares donde necesitamos al otro, desde ahí podremos construir algo común que cree soluciones que brinden valor a todos.

Necesitamos voluntad, porque ejemplos tenemos. El más certero fue la pandemia, la que, sin una colaboración eficiente y decidida entre el sector público, privado y organizaciones sociales, no habría sido posible de tener medidas concretas como vacunas, servicios públicos de salud fortalecidos, apoyo internacional, eficiencia, rapidez e impacto medido. Ese es el poder del encuentro. Un lugar muy opuesto al que habitamos hoy, el que más bien es un país fragmentado, roto y herido.

La gente no perdió la fe en las instituciones porque son egoístas, extremistas, individualistas o populistas, la confianza se perdió porque esas instituciones fueron ineficientes.

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