El surgimiento de empresas tecnológicas enfocadas en el clima y la naturaleza

Estamos en una transición hacia una economía digital y simultáneamente hacia una economía baja en carbono, hacia una economía en donde la población humana comienza a entender, lentamente, la imperiosa necesidad de vivir dentro de los límites del planeta (“Planetary Boundaries”). El autor de este concepto fue el científico Sueco Johan Rockström, quien en el año 2009 lideró un grupo de 28 renombrados científicos que identificaron nueve procesos que regulan la estabilidad y resiliencia del planeta, entre ellos se encuentra la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, el ciclo de nutrientes, y el uso de la tierra y el agua.  Estos científicos propusieron límites para cada uno de estos procesos dentro de los cuales la población humana podría seguir desarrollándose en forma segura, considerando además las generaciones futuras. Superar estos límites, sin embargo, implica riesgos de generar disrupciones de gran escala y daños ambientales irreversibles.

Pero ¿cómo luce una economía digital y sustentable?  Hoy nuestras vidas ya se encuentran apoyadas (¿o debiéramos decir gobernadas?) por las tecnologías digitales, en especial desde la aparición de los teléfonos inteligentes hace casi 20 años y que hoy contribuyen en muchas dimensiones de nuestras vidas diarias. Complementariamente, en los últimos años conceptos como Blockchain, Internet of Things, Machine Learning, Artifitial Intelligence, Digital Twins, Metaverse, etc, son ya parte de la conversación y, cada vez más, de la batería de soluciones a nuestra disposición. 

En el ámbito de la lucha contra el cambio climático, gracias al desarrollo de estas tecnologías, en los últimos cinco años hemos visto el surgimiento de múltiples empresas tecnológicas enfocadas en el clima y la naturaleza (Climate Native Companies).  Así, producto de estos desarrollos, en esta nueva economía digito-sustentable estaremos apoyados por productos y servicios creados como respuesta a las graves consecuencias producidas por la crisis climática, y que ya comienzan a ser evidentes en todas partes del planeta. Es así como veremos cada vez más la aparición de aplicaciones que con cada compra nos entregarán la huella de carbono real de cada producto que compremos (algo así como las etiquetas que indican las calorías en los alimentos), ofreciendo a la vez opciones para neutralizar nuestras emisiones a través de, por ejemplo, contribuir a financiar proyectos de tecnologías verdes (como el desarrollo de plantas de energía solar) o proyectos de absorción de CO2 basados en la naturaleza (conservación de áreas naturales, plantación de árboles). Nuestras opciones de transporte también estarán basadas en su huella de carbono, con aplicaciones que medirán nuestro comportamiento en la conducción y nos premiarán (o lo contrario) por el buen desempeño.  Cada vez que hagamos búsquedas en internet estaremos contribuyendo a plantar árboles; las empresas deberán transparentar y demostrar sus credenciales climáticas ante el sistema financiero para obtener capital, así como ante las aseguradoras, usando para ello plataformas de “inteligencia climática”.  Cada pieza de la cadena de suministro de un automóvil podrá ser trazada y su huella de carbono conocida (un fabricante de autos puede tener más de 4,000 proveedores), las prendas de vestir contarán con un pasaporte digital que incluirá también su huella de carbono, habrán cripto monedas para comprar créditos de carbono y NFTs desarrollados específicamente para salvar especies en peligro de extinción, se instalarán sensores remotos en los bosque del Congo para poner en valor la contribución de los elefantes a la captura del carbono y a la mantención de la biodiversidad, el uso de eDNA para el monitoreo de ecosistemas será cada vez más usual, así como el uso de imágenes satelitales y LiDAR para ver el estado de los bosques, entre muchas otras posibilidades.

Por supuesto todas estas soluciones ya existen en diferente grado de desarrollo. Según el Foro Económico Mundial, las tecnologías digitales podrían ayudar a reducir las emisiones mundiales de carbono hasta en un 15% en 2030 (cifra que representa la mitad de las reducciones globales necesarias para ese año). Por otro lado, es conocido que las tecnologías digitales pueden tener a la vez consecuencias no deseadas, tanto en el ámbito del medio ambiente (en espacial por el alto consumo de energía, la demanda de recursos para la fabricación de equipos o los desechos digitales), como en ámbitos relativos a la confidencialidad de información, privacidad, lock-in de los consumidores, el uso inadecuado de algoritmos inteligentes o la distribución de noticias falsas, entre otros.

Sin duda alguna la crisis climática representa el mayor desafío que ha visto la humanidad, y por lo tanto para hacerle frente será necesario emplear todas las herramientas que estén a nuestra disposición, desde cambios en nuestros patrones de consumo, el desarrollo de nuevas tecnologías, hasta la implementación efectiva de políticas y regulaciones de alto nivel. En este contexto, las tecnologías digitales y el surgimiento de estas empresas tecnológicas enfocadas en el clima y la naturaleza son sin duda un gran aliado, y es de esperar que su impacto comience a ser evidente en el corto plazo.

By Juan Ramón Candia

PhD © in Business and Management, Digital Climate Solutions

MSc in Sustainability, International Consultant

Board Member Patagonia Colab

(Visited 93 times, 1 visits today)